“Porque la única riqueza del arte consiste en su vacío, en la pureza de su vacío, un vacío, eso sí, que está como habitado, como lleno; un vacío que no significa no ser nada, ser la nada, sino que, precisamente, lo es todo”.
“El sentimiento de la pintura” – Ramón Gaya
Editorial Pre-textos
“Fragmentos de diario” es un título robado, hurto a la amistad como homenaje a la que hubo entre María Zambrano y Ramón Gaya, como la existente entre creadores a otra escala en comunicación constante.
Cada 26 de agosto desde hace ya algunos años celebro mi nacimiento con una pequeña creación, a veces es un texto, otras una imagen, un dibujo, o ambas cosas combinadas. Como en un juego la publico sin señalar el día pero haciéndolo evidente a través de alguna señal.
La publicación de este año va dedicada a Ramón Gaya, su “Obra completa” de la editorial Pre-textos, el regalo por el natalicio.
Conocí a Gaya a través de “Algunos lugares de la pintura” de María Zambrano unos cinco años atrás y hoy el tiempo quiere que vuelvan a encontrarse en el mismo acontecimiento 5 años después.
Leer a Ramón en ocasiones es como leer a María.
En una ojeada a su artículo sobre la pintura de Ramón Gaya escribe María Zambrano que los cuadros de Gaya “pertenecen a la más pura especie del arte: a la que manifiesta y revela”.
Mientras esbozo esta nota, con la premura de un día que acaba en breve, contemplo sus libros en ese lugar que reservo a las últimas lecturas, como estímulo de días venideros de idas y venidas a María y a Ramón; imaginando que algún día nuestras cartas e intersecciones serán las mismas que existieron entre aquellos que amaron la creación en cualquiera de sus manifestaciones y dimensiones.
Jueves 26 de agosto de 2015
«Pues nada es más creación que lo que aparece como saliendo de la nada»
Era lo habitual cuando la ocasión lo requería centrarse en uno mismo para interiorizar lo aprendido, o por necesidad de captar la esencia de los lugares visitados, así te olvidabas del grupo y deambulabas por los espacios para reflexionar tras una ponencia o como en la ocasión, contemplar lo que aquellos monjes de Veruela.
Recuerdo a Lino Cabezas cuando aún no sabía quién era, mi paseo por el monasterio me llevaba a toparme con gente conocida en quienes me detenía para observar su modo de ver. Lino observaba las marcas de los canteros en la piedra que forjaba las paredes del monasterio, se detenía en las aristas, espirales y las variables señales que indicaban final y cobro, y yo admiraba la sencillez de aquel descubrimiento en la solemnidad del templo austero. Me detenía en los azulejos y en la simpleza de todo lo bello que habitaba en él ,hasta llegar al claustro en varias vueltas. Allí una gran conífera atrajo mi mirada entre alabastros de sombra y luz. Sólo pude pensar en mi estrategia de dibujo, garabatear la abrumadora estampa, abrir los ojos o dormirme en aquel lugar para más tarde soñarlo.
Al día siguiente en Tarazona, observé una camiseta con un lápiz dibujado con líneas entrelazadas, me recordaron a las que usaba en mis dibujos de manera entre azarosa y meditada, a modo de geometría espontánea, de ordenado enredo. Cuál fue mi sorpresa cuando vi a aquel hombre amable de las piedras de cantero como ponente de una de las últimas conferencias.
La IX edición de De vuelta … era así, almorzabas con alguien, compartías zona de dibujo, y de pronto aparecía en el escenario para darnos una lección magistral, o entre la organización para pedirnos por el micrófono que avisáramos de la inminente ponencia, mostrarnos nuestra documentación, publicaciones, o hacernos un retrato para una buena causa. Cuando todos dibujamos la belleza trasciende y el protocolo pasa a un segundo plano o sencillamente desaparece.
Recuerdo su despedida en el polideportivo entre promesas de volver para la X edición con cuaderno. Yo imaginaba cómo dibujaría las líneas de aquella persona que nos contaba que el arte era algo mental. No había técnica capaz de dibujarse sola sin una mente capaz de imaginarla, no hay una regla fija, sino maneras de ver una misma imagen.
No sé por qué razón la conferencia de Lino Cabezas me llevaba a la línea, tal vez la lectura de aquella camiseta que más tarde supe era una interpretación de los Viajes de Gulliver.
Ahora descubro la importancia de la geometría en sus trabajos de investigación y emocionada reviso aquellos tenues dibujos mientras lo escuchaba. Hoy sin saberlo simulé las líneas de los arcos del monasterio de Veruela como si ellas solas escaparan para rendir homenaje a la persona que me mostró la marca de los canteros.
¿Quién sabe si esa geometría que en mi presente permanece oculta verá aquellos mapas algún día, dibujará el territorio real e imaginado?
El mapa, símbolo de cultura y desarrollo científico, es, en su esencia gráfica, dibujo del territorio.
Xavier Krauer y Antonio Alonso representan esa faceta artística que me consuela tanto. ¿Cómo dibujo ahora?
Inicio este viaje con un equipo extenso que va desde el grafito, carboncillo o sanguina, a los papeles entintados, lápices acuarelables, rotuladores, acuarelas, ceras, pinceles y soportes varios. Y donde más dibujo es en lo que yo denomino “quitamiedo”, el reverso de unos folios de papel reciclado, impresos por la otra cara. También me acompañan un cuaderno del viaje imaginado y hojas sueltas de acuarela junto con un cuaderno de notas. El “quitamiedo” facilita dibujar las distintas realidades dando apariencia a estilos diferentes que una va adaptando según qué momento. Garabatos desde el tren, personajes en el teatro, alguna acuarela y un sinfín de ideas que se agolpan adquieren forma a medida que avanzamos para luego componer.
Consuela ver en escena dibujantes que representan la multiplicidad.
Mi mundo escuela aparece en escena con ambos dibujantes haciendo posible una y otra realidad. Sobrecogedora presencia de un médico jubilado que se autodenomina TDH y que dibuja y crea de manera brillante para canalizar su hiperactividad con una inmensa variedad de estilos. Impresionante testimonio circense de un hombre de gran vitalidad con infinidad de proyectos.
Las fotografías que se publican en esta entrada no fueron hechas para este fin; forman parte de esas imágenes que se van registrando en el móvil al paso de las curiosidades de un viaje, que suele prestar más atención a la anécdota o a la apetencia que a la elaboración artística. Hace falta pensar y recrearse en el espacio, desandar lo andado, pararse, y el aislamiento y la soledad necesarios para poder «fotografiar» el más allá del panorama que te ofrece un territorio inexplorado.
“Nada es lo que parece” comprende una serie de fotografías sencillas o complicadas, de irregular calidad en algunos casos, realizadas durante las jornadas estivales del mes de julio de 2019.
La decisión de publicarlas obedece a reflexiones posteriores al viaje y son utilizadas como argumento de que lo visible no es lo real, la realidad aparente, lo que percibimos cuando vemos, o lo que interpretamos, dista mucho de «la verdad».
Así, actividades más o menos cotidianas se manifiestan contrastadas con la experiencia vivida desde otras realidades, otros puntos de vista que muestran imágenes poco o muy convencionales , a veces contradictorias, de museos, monumentos o eventos.
Cada bloque está dedicado a diferentes matices humanos: inocencia, confianza, diferencia, feminidad, fraternidad.
La última es un montaje, alegoría a la amistad, ese gigante egoísta que nos roba la palabra y el tiempo, reflejo de lo que somos, seres humanos en constante duda.
1. Museo del Prado
INOCENCIA
2. San Lorenzo de El Escorial
CONFIANZA
3. Museo Reina Sofía
«Yendo leyendo, dando lugar» de Rogelio López Cuenca