Sudarios

 

 

 

sudarios 1

Libro hoja – Boceto

Marchitas sobre la tierra mostraban el desgaste propio de lo que toca su fin. Desconozco el motivo que me llevó a guardar la primera hoja, recuerdo que fue una cala cuyo tallo largo sugería detener su tiempo, mirar su flor seca pendida en el reja durante algunas semanas.

Luego la curiosidad continuó con la observación de las hojas de las alocasias, orejas de elefante reducidas a un tallo agonizante, ya sin vida.

La humedad del agua de riego mostraba unas hojas con manchas anaranjadas, ocres oscuros, a veces negros sostenidos por la afección de los pinos, extendidas, asomaban su nervadura aún adheridas al tallo verde.

Remojadas deliberadamente en agua daban pie a poder extenderlas con la delicadeza que sus finas hojas permitían, asomando toda su belleza para luego secarlas y clasificarlas atentamente según forma y tamaño.

Coleccioné unas cuantas en las sucesivas semanas, ya con intención, me detenía en cada maceta para recolectar lo que intuía un proyecto futuro.

Incipientes metáforas de agosto, aquellos sudarios vegetales  anunciaban ya una resurrección mudada a libro. Una greguería de la hoja pero sin palabras, la greguería del silencio.

El silencio aporta el libro capaz de ser leído sin tener que ser editado

Miguel Rivas – “Homo Silentius”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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